20 oct 2008

At Seventeen

Recuerdos y añoranzas me asaltan al descubrir un antiguo "poema" escrito por mí a los diecisiete. No, lo mío no es la poesía pero lo leo y en un instante me transporta al pasado. También aquella canción viene a mi mente y la saboreo en la memoria pero se me ocurre a la vez que decido transcribir esa hoja amarillenta al lenguaje de los bits, buscarla en este mundo mágico de youtube que almacena todo tipo de tesoros. La búsqueda de At seventeen arroja varios resultados, el primero es claramente el indicado, lo selecciono y allí está ...



La letra que me hizo emocionar hace más de 20 años, se mezcló con las palabras que escribí entonces, en un caldero de momentos que a manera de hechizo del tiempo (curioso pues el poema fue titulado Hechizo de juventud) me transporta al ánimo, al momento, al instante.

La incertidumbre sobre mi futuro era una constante, mis dudas se fortalecían con la total y absoluta inseguridad que uno posee a esa edad. Me hacía mil preguntas, titubeaba con otros miles de respuestas, pero esa canción me llenaba de un sentimiento profundo, muy fuerte, vivía enamorada del amor y el amor no me correspondía, pero tenía mil sueños en mente.

Al terminar de escuchar la canción, me doy cuenta de otro corto que arrojó la búsqueda, allí está de nuevo At Seventeen con Janis Ian , pero no reconozco la imagen de la cantante. La curiosidad me llama y en cuestión de segundos observo cómo voló el tiempo en un abrir y cerrar de youtube.



La verdad he sentido un dolor inexplicable en el estómago, la misma dulcísima y característica voz se mantiene intacta, pero es una mujer de cabello totalmente blanco la que la interpreta ahora.
Así se pasa la vida y hoy, me siento de nuevo como a los diecisiete.

13 oct 2008

Las tareas de una mamá

El lunes pasado estuve, como ya mi querido libro lo había anunciado en su propio blog en una entrevista en el importante espacio del noticiero que transmiten por radio red Sergio Sarmiento y Lupita Juárez , quienes cuentan con importantes niveles de audiencia a nivel nacional.

Me doy por satisfecha con la entrevista, aunque al final uno se queda siempre con ganas de haber dicho algo más, o mejor, sin embargo no hay ensayos ni conoce uno el tiempo que la entrevista durará, así que improvisar es la única respuesta válida.

La cita era unos diez minutos antes de las 9:00 a.m. por lo cual decidí salir ese día con toda la anticipación posible, era mejor esperar en la estación de radio que sufrir en el tráfico. De camino iba escuchando la transmisión del programa, como para entrar en ambiente, cuando surgió una oportunidad invaluable como caída del cielo: Convertirme en una mamá "cool".
Como antecedente les platico que Drake Bell es un actor y cantante norteamericano que aparece en una serie televisiva "Drake & Josh" que a mis hijos encanta, la verdad es de las series que en ocasiones disfruto con ellos, digamos lo suficientemente amena para no querer salir corriendo del cuarto de t.v. porque de que las hay las hay.
Les decía pues, que mientras escuchaba el programa con algunos cortes musicales del nuevo disco de Drake Bell, la voz de Sergio Sarmiento anunció que el joven artista estaría presente en cabina poco antes de las 10:00

Qué oportunidad para mí, tal vez sólo alguien en las mismas circunstancias que yo, otra madre de una adolescente podría entender lo que significa tener cinco minutos de gloria ante la pequeña niña que está creciendo y luchando contra todos los cambios que se presentan en su vida, rebeldía pura manifestada en la mayoría de los casos como una batalla en la que la peor librada suele ser mamá.

Llegué al edificio de Grupo Radio Centro con toda anticipación y desde el principio pregunté si podía permanecer en el lugar hasta que llegara el famoso Drake Bell, absolutamente sí fue la respuesta con lo cual sabía que tenía anotado un grandísimo punto a favor.
Finalmente me llamaron para salir al aire mas o menos a las 9:35 a.m. conocí a Sergio Sarmiento ya en cabina, con Lupita Juárez había coincidido algunos minutos antes en el tocador. Los dos con gran sencillez y amabilidad conversaron conmigo un par de minutos antes de iniciar al aire la conversación, pero como les decía, no hay ningún ensayo previo y cuando terminan los cortes o intervenciones de colaboradores al aireeeeeeeeeee...

Terminó la entrevista después de un poco más de valiosos 8 minutos, al salir me confirmaron que podía quedarme para conocer personalmente al ídolo de mi niña, y aclaro ahora también de mi hijo, pues en ese momento no pensé que el autógrafo le causaría tanta emoción también a él, lo cual pude conocer tras un reclamo posterior del interesado, pero esa claro es otra historia.

Momentos después la cabina empezó a llenarse de jóvenes, todos empleados de la radiodifusora, y caramba cuando uno nota que la población trabajadora tiene la edad de unos chamacos que pueden estar interesados en Drake Bell, a uno se le vienen los años encima.
En fin, minutos antes de las 10:00 como Sarmiento había anunciado, Drake llegó con toda sencillez al lugar, acompañado de una intérprete que le advertía los tiempos y movimientos, y su séquito de técnicos cargados de equipo especial para cubrir la entrevista dentro de cabina. El joven a quien estoy segura nadie reconocería si lo viera caminando por la calle con la pinta que traía y unos lentes que disfrazaban un poco su look habitual, fue asaltado inesperadamente por su servidora que en ese momento decidió ser la primera en la fila, le pregunté en su idioma si me concedería una foto y un autógrafo, a lo cual respondió con amabilidad y sonrisas después de recibir todos los elogios que en ese momento aproveché para decirle.





Regresé con varias fotos de Drake y el autógrafo en mano, la verdad no sé quién estaba más emocionada, si mi hija al recibirlos o yo al verla, es un hecho que hay algunos incidentes inesperados en la vida, que nos regalan algo así como un bono extra, un 25% más de producto o un 2 X 1. Imagínense, entrevista con Sarmiento y de pilón Drake Bell para convertirme en "Cool Mom" al menos por un breve y efímero momento en el tiempo, pero caray como mi espresso qué rico me sabe aunque me lo acabe en unos cuantos sorbitos.

5 oct 2008

Pompeya


Siempre he sentido una especial atracción por eventos que bajo circunstancias extraordinarias congelan el tiempo.
Sucesos empeñados en contar historias, aún al mantenerse sepultados bajo tierra o cenizas como es el de la ciudad de Pompeya.
La devastadora erupción del Vesubio en el año 79 d.c. se convirtió para mí en una de esas historias mágicas que asombran la mente de un niño, la completa destrucción en unas cuantas horas de una próspera e importante ciudad del antiguo imperio romano, era impactante, pero la idea de imaginar los últimos pensamientos de aquellos ciudadanos, era además espeluznante.
No habrían tenido tiempo de imaginar que perecerían rápidamente sin escape. Algunos tras bocanadas de aire ardiente, otros consumidos por la inclemente lava o intoxicados por gases letales.
Sin saber a lo que se enfrentaban muchos ni siquiera emprendieron la huída ante los primeros indicios.El fin del mundo, de su mundo.

Pero la vida en el resto del otro mundo continuó. Después de varios siglos las excavaciones de un pozo permitieron que Pompeya fuera redescubierta en 1689 , aunque fue hasta 1748 que se dio inicio a la obra de excavación, siendo uno de los primeros proyectos arqueológicos de la historia junto con Herculano sepultado también por el mismo desastre. A través del tiempo importantes estudios buscaron responder incógnitas.
Un domingo observaba atentamente la presentación del estreno de un interesantísimo documental de la cadena BBC, ”El último día de Pompeya” o Pompeii como se dice en su lengua original, éste dividido en 6 partes mostraba una recreación de cómo podían haber sido aquellas últimas horas, basándose en personajes reales a partir de los hallazgos más recientes.



Toda esta nueva información reactivó aquella fascinación que desde la infancia me había atrapado, terminé incluso emocionada, con la gran ilusión de poner algún día el pie allí. Pocos meses después, el destino me lo permitió, en marzo de 2007, pude ser un testigo más de la historia que brota de sus paredes y pisos, al visitar mi tan soñada Italia.

Un recorrido por Pompeya autenticó mis expectativas, era mágica. A pesar de la gran cantidad de turistas, una vez dentro de sus límites, caminando a lo largo de algunas de sus solitarias vías de piedra y ante sus aún muy sólidas estructuras, lo único perceptible era la fantasía en medio del silencio y la quietud.

Pude ver varios grupos escolares, uno era dirigido por un maestro que intentaba convencer a su auditorio de la importancia milenaria que aquellas construcciones apostaban con una elegancia impecable. Un caso perdido, los chicos sólo ansiaban llegar a la fuente de sodas, porque además aquel día el calor era bastante fuerte, aunque a la sombra recuerdo haber sentido algunas corrientes de aire, que me provocaron escalofrío al transitar por algunos lugares, ¿serían acaso pequeñas puertas que iban abriéndose al pasado ante mis pies sin darme cuenta?

Observaba el lugar con detenimiento, aún lo tengo presente como una buena película de cine. Un par de novios jugueteaban, ella insistía con un cono de helado, de los que son servidos en caprichosas vueltas, él se negaba pero no logró resistirse a la seducción de probarlo de sus labios. Desvié la mirada antes de ser descubierta como una impertinente observadora, luego les vi perderse a lo lejos, una o dos calles adelante, seguramente continuaron besándose resguardados detrás de algún muro, en el patio central de alguna casa cuya puerta al pasado decidieron abrir pretendiendo que fuera la suya.
También llamó mi atención de manera peculiar, la cantidad de perros que tomaban la siesta al sol. Afortunados habitantes de los callejones y vías que abrazan los surcos hechos por los carros que hace más de 1900 años eran tirados por briosos caballos.



El estado que mantienen los edificios al igual que los frescos y el trabajo decorativo en las habitaciones, es increíble. Una casa marcada como de las principales fue mi siguiente parada, en ella un par de turistas extranjeros discutían en lo que podría haber sido el espacio de la sala. El le reclamaba con actitud enérgica pero voz muy baja, pues habíamos otros “invitados” presentes en la reunión, la acústica amplificaba considerablemente el sonido de su conversación por lo que a una distancia de varios metros escuchaba con claridad los enérgicos susurros. De haber conocido ese idioma, quizá hubiera podido entender la razón por la cual la mujer abrumada contenía el llanto con la vista fija en el fresco delante de su triste mirada.

Me despegué del flujo que seguían la mayoría de los visitantes, llegué hasta la orilla por un sendero que limitaba lo que se veía a lo lejos como campos de siembra. Regresé a las calles y busqué con curiosidad algunos de los establecimientos señalados en el mapa, uno de ellos parecía ser una taberna, más adelante me encontré con lo que debió haber sido una panadería, los hornos estaban intactos,
lo curioso fue observar en torno al sitio, un grupo de jóvenes que disfrutaban su almuerzo, como si hubiera salido de aquel forno.

Caminar en Pompeya fue toda una experiencia, las corrientes de aire frío, el intenso calor fuera de la sombra, los personajes de esta época actuando como personajes de cualquier época, conjugar todos los elementos que tenían un toque misterioso me hicieron viajar por instantes en el tiempo, me permitieron vivir en aquella esplendorosa ciudad por unas horas.

El tiempo que se impregna a las paredes no desaparece ni con el polvo, ni al despojase de toneladas de ceniza calcárea, así sucede con cualquier casa, pero éstas con tal cantidad de siglos encima emanan una vivacidad que puede apoderarse de cualquier ser que las habite, aunque sea por instantes. A pesar de la total tranquilidad que se percibe, hay un latir vibrante que se palpa al transitar por sus vías, el cuerpo se carga de una sensación extraña, será la energía sepultada por siglos que al fin despertó como el rugir de una ciudad que se rehusó a aceptar su destino en la búsqueda de vivir para siempre.



Estoy segura que algún día regresaré allí aunque sea por unos instantes que duran una eternidad, sólo en Pompeya