En los últimos días he escuchado recurrentemente la frase: "Cuando una puerta se cierra, muchas otras se abren". Una frase que sólo podremos asimilar bajo un estado de alerta. La cuestión es tener la capacidad de reconocer que a cada instante está sucediendo algo a nuestro alrededor, digno de ser observado.
Este estado de alerta nos despierta hacia una consciencia distinta, nos hace desviar la mirada para encontrarnos con alguna persona, que tal vez por cuestión de segundos hubiera pasado desapercibida de no haber estado realmente atentos. Al abrir nuestra escucha alerta, somos capaces de oír en realidad, lo cual pocas veces hacemos cuando nos encontramos delante de nuestro interlocutor.
Dentro de este ejercicio nos convertimos en una brújula que nos permite movernos hacia la dirección correcta, un instrumento que en la medida que se orienta empieza a dejar fluir los eventos pertinentes que deberán suceder.
El control de los eventos no radica en nuestra voluntad, sino en la habilidad que tenemos para anticipar el siguiente paso, y justo al trazar la trayectoria es cuando vamos entendiendo la congruencia de los hechos. Situaciones que encuentran un orden sólo cuando estamos alertas, de lo contrario se vuelven un mar de sucesos abrumadores, de los cuales no podemos encontrar explicación.
Bendita consciencia, que nos devuelve a la realidad, observando minuto a minuto lo que estamos dispuestos a vivir, eligiendo y no simplemente accediendo a hechos subsecuentes que obedecen a la inercia del paso del tiempo.
Ahora entiendo que llegaste hasta mí, porque decidí mantenerme alerta, gracias por haber elegido mirar en mi dirección, cuando advertí que eras tú quien pasaba delante del ventanal que mi consciencia me permitió abrir.