5 oct 2008

Pompeya


Siempre he sentido una especial atracción por eventos que bajo circunstancias extraordinarias congelan el tiempo.
Sucesos empeñados en contar historias, aún al mantenerse sepultados bajo tierra o cenizas como es el de la ciudad de Pompeya.
La devastadora erupción del Vesubio en el año 79 d.c. se convirtió para mí en una de esas historias mágicas que asombran la mente de un niño, la completa destrucción en unas cuantas horas de una próspera e importante ciudad del antiguo imperio romano, era impactante, pero la idea de imaginar los últimos pensamientos de aquellos ciudadanos, era además espeluznante.
No habrían tenido tiempo de imaginar que perecerían rápidamente sin escape. Algunos tras bocanadas de aire ardiente, otros consumidos por la inclemente lava o intoxicados por gases letales.
Sin saber a lo que se enfrentaban muchos ni siquiera emprendieron la huída ante los primeros indicios.El fin del mundo, de su mundo.

Pero la vida en el resto del otro mundo continuó. Después de varios siglos las excavaciones de un pozo permitieron que Pompeya fuera redescubierta en 1689 , aunque fue hasta 1748 que se dio inicio a la obra de excavación, siendo uno de los primeros proyectos arqueológicos de la historia junto con Herculano sepultado también por el mismo desastre. A través del tiempo importantes estudios buscaron responder incógnitas.
Un domingo observaba atentamente la presentación del estreno de un interesantísimo documental de la cadena BBC, ”El último día de Pompeya” o Pompeii como se dice en su lengua original, éste dividido en 6 partes mostraba una recreación de cómo podían haber sido aquellas últimas horas, basándose en personajes reales a partir de los hallazgos más recientes.



Toda esta nueva información reactivó aquella fascinación que desde la infancia me había atrapado, terminé incluso emocionada, con la gran ilusión de poner algún día el pie allí. Pocos meses después, el destino me lo permitió, en marzo de 2007, pude ser un testigo más de la historia que brota de sus paredes y pisos, al visitar mi tan soñada Italia.

Un recorrido por Pompeya autenticó mis expectativas, era mágica. A pesar de la gran cantidad de turistas, una vez dentro de sus límites, caminando a lo largo de algunas de sus solitarias vías de piedra y ante sus aún muy sólidas estructuras, lo único perceptible era la fantasía en medio del silencio y la quietud.

Pude ver varios grupos escolares, uno era dirigido por un maestro que intentaba convencer a su auditorio de la importancia milenaria que aquellas construcciones apostaban con una elegancia impecable. Un caso perdido, los chicos sólo ansiaban llegar a la fuente de sodas, porque además aquel día el calor era bastante fuerte, aunque a la sombra recuerdo haber sentido algunas corrientes de aire, que me provocaron escalofrío al transitar por algunos lugares, ¿serían acaso pequeñas puertas que iban abriéndose al pasado ante mis pies sin darme cuenta?

Observaba el lugar con detenimiento, aún lo tengo presente como una buena película de cine. Un par de novios jugueteaban, ella insistía con un cono de helado, de los que son servidos en caprichosas vueltas, él se negaba pero no logró resistirse a la seducción de probarlo de sus labios. Desvié la mirada antes de ser descubierta como una impertinente observadora, luego les vi perderse a lo lejos, una o dos calles adelante, seguramente continuaron besándose resguardados detrás de algún muro, en el patio central de alguna casa cuya puerta al pasado decidieron abrir pretendiendo que fuera la suya.
También llamó mi atención de manera peculiar, la cantidad de perros que tomaban la siesta al sol. Afortunados habitantes de los callejones y vías que abrazan los surcos hechos por los carros que hace más de 1900 años eran tirados por briosos caballos.



El estado que mantienen los edificios al igual que los frescos y el trabajo decorativo en las habitaciones, es increíble. Una casa marcada como de las principales fue mi siguiente parada, en ella un par de turistas extranjeros discutían en lo que podría haber sido el espacio de la sala. El le reclamaba con actitud enérgica pero voz muy baja, pues habíamos otros “invitados” presentes en la reunión, la acústica amplificaba considerablemente el sonido de su conversación por lo que a una distancia de varios metros escuchaba con claridad los enérgicos susurros. De haber conocido ese idioma, quizá hubiera podido entender la razón por la cual la mujer abrumada contenía el llanto con la vista fija en el fresco delante de su triste mirada.

Me despegué del flujo que seguían la mayoría de los visitantes, llegué hasta la orilla por un sendero que limitaba lo que se veía a lo lejos como campos de siembra. Regresé a las calles y busqué con curiosidad algunos de los establecimientos señalados en el mapa, uno de ellos parecía ser una taberna, más adelante me encontré con lo que debió haber sido una panadería, los hornos estaban intactos,
lo curioso fue observar en torno al sitio, un grupo de jóvenes que disfrutaban su almuerzo, como si hubiera salido de aquel forno.

Caminar en Pompeya fue toda una experiencia, las corrientes de aire frío, el intenso calor fuera de la sombra, los personajes de esta época actuando como personajes de cualquier época, conjugar todos los elementos que tenían un toque misterioso me hicieron viajar por instantes en el tiempo, me permitieron vivir en aquella esplendorosa ciudad por unas horas.

El tiempo que se impregna a las paredes no desaparece ni con el polvo, ni al despojase de toneladas de ceniza calcárea, así sucede con cualquier casa, pero éstas con tal cantidad de siglos encima emanan una vivacidad que puede apoderarse de cualquier ser que las habite, aunque sea por instantes. A pesar de la total tranquilidad que se percibe, hay un latir vibrante que se palpa al transitar por sus vías, el cuerpo se carga de una sensación extraña, será la energía sepultada por siglos que al fin despertó como el rugir de una ciudad que se rehusó a aceptar su destino en la búsqueda de vivir para siempre.



Estoy segura que algún día regresaré allí aunque sea por unos instantes que duran una eternidad, sólo en Pompeya

11 comentarios:

Exenio dijo...

Casi (casi, eh???), ya no habré de necesitar ir ahí; has descrito el ánimo que cualquiera como turista habrìa de haber percibido ese instante de maravillamiento (existe la palabra?) al transitar por aquellas avenidas...

:-D



P.S.- Pero un dìa de estos, un día...

marichuy dijo...

Susana

Estupendo y muy bien documentado tu post.

Es cierto, estando ahí de pronto uno casi puede ver, sentir, a la gente como congelada en el justo momento de la desgracia; como detenidos en el instante que que pretendían huir de la lava ardiente. Impresionante Pompeya, embriagante el paisaje del mar Tirreno con isla de Capri, como colgada del cielo.

Saludos y gracias por tu visita

Susana S dijo...

Exenio:
Claro que un día de estos ...
Si ya viajaste por instantes y te provocó tal "maravillamiento" te prometo que no podrás prescidir de un viaje al pasado, un día.

Susana S dijo...

Marichuy:

Esto me suena como que algún día tenemos que cafetear y platicar de nuestras experiencias en Italia, que bueno verte por aquí.

Ya Mafis me había recomendado tu espacio, el click ya se dio.

Mafalda dijo...

...


Sabes...cuando leemos una novela, un cuento, el autor nos traslada a lugares (reales o imaginarios) tan sólo con palabras.

Crear imágenes con palabras y frases no es facil, y más difícil aún que el lector vea lo que el escritor desea trasmitir.

Con lo que respecta a emociones humanas; los que escriben deben emitir señales que también formen imágenes, sin ser ellos los que definan estados de ánimo. Entonces el que lee siente, sospecha, se emociona, etc., como el personaje, y también ve lo que los ojos de SUSANA SILVA miraron.

Gracias por compartir, por trasladarme, y por hacerme sentir lo que experimentaste en Pompeya amiga y "complice" jajajaja...

Mafalda

Susana S dijo...

Querida Cómplice:

Tú me llevas al baile, ja,ja,ja y yo te llevo a Pompeya :-)
Ya veremos a dónde más los llevo después ...

WODEHOUSE dijo...

Siempre me ha fascinado todo lo que atañe a Pompeya, como se mezcla en la imaginación realidad, historia, sueño y fantasía. Es una suerte haber podido estar alli, aunque sería mejor haberlo visto en su máximo explendor. Un beso.

Fernando García Pañeda dijo...

Es toda una experiencia intentar comprender la importancia de pisar un suelo que pisaron los antepasados (culturales), que construyeron sin saber que miles de años después visitaríamos con todo el abanico de experiencias que despliega el ser humano: respeto, indiferencia, asombro, frivolidad... Y con entradas como ésta es como si revivieran esos parajes detenidos en el tiempo.
Abrazos, Susana.

Susana S dijo...

Wodehouse y Fernando:
Que bueno que se unieron a esta excursión en el tiempo, me encanta viajar con los amigos.

Puedo anticiparles que aunque aún no termino mi segunda novela, esta entrada sobre Pompeya me ha abierto la mente a una idea de una tercera, uy a trabajar pues.

Saludos cariñosos

Fernando García Pañeda dijo...

Cuidado con las ideas. El tiempo es muy limitado, y crea ansiedad.
Yo tengo cuatro o cinco ideas para novelas, incluyendo la que acabo de empezar... y no es lo mejor.
Por eso me repatean los que hablan de la hoja en blanco, la falta de inspiración y todas esas tonterías.

Susana S dijo...

Cierto, con tantas ideas y tanto quehacer a veces uno no sabe qué dejar a un lado, ni modo, prioridades son la guía aunque no siempre vayan en línea con nuestras inquietudes.
La verdad he querido escribir de lleno y desgraciadamente no he podido hacerlo, hay una lista de pendientes antes, pero las ideas bien anotadas para que no se olviden.