Cuando era niña, las mañanas de verano estaban acompañadas de una música que me parecía profundamente tranquilizante, poniendo en armonía todos los elementos de mi entorno en aquel momento, mi mamá preparaba en la cocina la comida que dejaba escapar aromas que me daban un anticipo del menú que disfrutaría en compañía de mis hermanas después, el patio fresco y amplio todo para mí me permitía extender el pequeño y glorioso imperio de mi vasta collección de Barbies, y aquellas canciones con una voz grave, profunda y acogedora envolvían mis horas de juego.
Recuerdo muy especialmente "Superstar", el parafraseo de su letra: Baby,baby,baby,baby oh baby, me hizo entender por primera vez que en inglés baby no significaba solamente bebé.
En aquella época no existían modelos talla 0, pero como en todas existía la inseguridad de la adolescencia.
Años más tarde, después de haber vendido mi infancia por 1000 viejos pesos, importe al que ascendió la venta del paquete completo (a excepción de algunas reliquias conservadas para mi futura propia hija) de aquel imperio de las Barbies con todos los sets respectivos y en casi perfecto estado. Ya habiéndome despojado de los restos de niñez, me vi delante de la inestabilidad que provocan los terribles cambios hormonales, la inseguridad del sobrepeso en un cuerpo que cambia y el sabotaje que el acné provoca en los difíciles años de adolescencia.
A esa edad se buscan respuestas con gran avidez en cualquier tipo de medios, y aunque entonces el concepto del desorden alimenticio era prácticamente desconocido, se empezaban a contemplar algunos de estos potenciale riesgos como un fuerte disparador de baja autoestima.
Recuerdo perfectamente un artículo titulado "Fat as a State of Mind" (La gordura como un estado mental), no tengo muy claro el nombre de la revista pero sí la caricatura que lo ilustraba, mostrando una chica con un cuerpo espectacular mirándose frente al espejo en donde la imagen estaba distorsionada ante su vista como la de una chica muy obesa.
La nutrición no era un tema muy popular, los conceptos de anorexia o bulimia eran aún desconocidos. Lo fueron para mí hasta que un día en el noticiero un 4 de febrero de 1983, se convirtieron en la causa de muerte de Karen Carpenter.
Me resultaba prácticamente imposible entender de dónde podía provenir la inseguridad de una mujer con tanto éxito, con una voz que no he vuelto a escuchar en nadie más. Con un aspecto atractivo que fue irremediablemente deteriorado por la terrible condición que al final le ocasionó un problema cardíaco fatal.
Una voz irrepetible, un talento difícil de igualar, sin embargo traicionado por una distorsión en el espejo de sus propios ojos.
Es claro que a medida que el problema empezó a estudiarse con mayor profundidad y los modelos de patrones a seguir fueron cambiando, la anorexia y bulimia dentro de las categorías de desórdenes alimenticios se han convertido en una amenaza que ataca a las mujeres por su lado más vulnerable.
Creo que no hay tarea más difícil que la de construir la seguridad interior de un ser humano, y en la mujer ese vano compromiso de belleza ante la sociedad la convierte en una víctima de las tendencias del mercado, de prototipos inverosímiles.
Aceptarnos como somos es un trabajo al que no debemos renunciar ningún día, mirarnos delante del espejo como seres únicos, especiales, talentosos y maravillosos es un compromiso que no podemos dejar en manos de otros que construyen imágenes artificiales para vender un producto imposible de adquirir pero que parecemos estar dispuestos a pagar a cualquier precio.
La belleza de una mujer se percibe en el tamaño de su sonrisa y no en el de su talla, la cual eventualmente irá dejando espléndidas arrugas que pondrán en evidencia con cuánta frecuencia brinda ese don de darse a sí misma a través de ese gesto, que siempre va acompañado de una luz en su rostro, en su mirada, lo cual no se pierde por el paso de los años, ni por el tamaño de su cintura.
Recuerdo muy especialmente "Superstar", el parafraseo de su letra: Baby,baby,baby,baby oh baby, me hizo entender por primera vez que en inglés baby no significaba solamente bebé.
En aquella época no existían modelos talla 0, pero como en todas existía la inseguridad de la adolescencia.
Años más tarde, después de haber vendido mi infancia por 1000 viejos pesos, importe al que ascendió la venta del paquete completo (a excepción de algunas reliquias conservadas para mi futura propia hija) de aquel imperio de las Barbies con todos los sets respectivos y en casi perfecto estado. Ya habiéndome despojado de los restos de niñez, me vi delante de la inestabilidad que provocan los terribles cambios hormonales, la inseguridad del sobrepeso en un cuerpo que cambia y el sabotaje que el acné provoca en los difíciles años de adolescencia.
A esa edad se buscan respuestas con gran avidez en cualquier tipo de medios, y aunque entonces el concepto del desorden alimenticio era prácticamente desconocido, se empezaban a contemplar algunos de estos potenciale riesgos como un fuerte disparador de baja autoestima.
Recuerdo perfectamente un artículo titulado "Fat as a State of Mind" (La gordura como un estado mental), no tengo muy claro el nombre de la revista pero sí la caricatura que lo ilustraba, mostrando una chica con un cuerpo espectacular mirándose frente al espejo en donde la imagen estaba distorsionada ante su vista como la de una chica muy obesa.
La nutrición no era un tema muy popular, los conceptos de anorexia o bulimia eran aún desconocidos. Lo fueron para mí hasta que un día en el noticiero un 4 de febrero de 1983, se convirtieron en la causa de muerte de Karen Carpenter.
Me resultaba prácticamente imposible entender de dónde podía provenir la inseguridad de una mujer con tanto éxito, con una voz que no he vuelto a escuchar en nadie más. Con un aspecto atractivo que fue irremediablemente deteriorado por la terrible condición que al final le ocasionó un problema cardíaco fatal.
Una voz irrepetible, un talento difícil de igualar, sin embargo traicionado por una distorsión en el espejo de sus propios ojos.
Es claro que a medida que el problema empezó a estudiarse con mayor profundidad y los modelos de patrones a seguir fueron cambiando, la anorexia y bulimia dentro de las categorías de desórdenes alimenticios se han convertido en una amenaza que ataca a las mujeres por su lado más vulnerable.
Creo que no hay tarea más difícil que la de construir la seguridad interior de un ser humano, y en la mujer ese vano compromiso de belleza ante la sociedad la convierte en una víctima de las tendencias del mercado, de prototipos inverosímiles.
Aceptarnos como somos es un trabajo al que no debemos renunciar ningún día, mirarnos delante del espejo como seres únicos, especiales, talentosos y maravillosos es un compromiso que no podemos dejar en manos de otros que construyen imágenes artificiales para vender un producto imposible de adquirir pero que parecemos estar dispuestos a pagar a cualquier precio.
La belleza de una mujer se percibe en el tamaño de su sonrisa y no en el de su talla, la cual eventualmente irá dejando espléndidas arrugas que pondrán en evidencia con cuánta frecuencia brinda ese don de darse a sí misma a través de ese gesto, que siempre va acompañado de una luz en su rostro, en su mirada, lo cual no se pierde por el paso de los años, ni por el tamaño de su cintura.