24 mar 2009

Karen Carpenter: una voz privilegiada

Cuando era niña, las mañanas de verano estaban acompañadas de una música que me parecía profundamente tranquilizante, poniendo en armonía todos los elementos de mi entorno en aquel momento, mi mamá preparaba en la cocina la comida que dejaba escapar aromas que me daban un anticipo del menú que disfrutaría en compañía de mis hermanas después, el patio fresco y amplio todo para mí me permitía extender el pequeño y glorioso imperio de mi vasta collección de Barbies, y aquellas canciones con una voz grave, profunda y acogedora envolvían mis horas de juego.


Recuerdo muy especialmente "Superstar", el parafraseo de su letra: Baby,baby,baby,baby oh baby, me hizo entender por primera vez que en inglés baby no significaba solamente bebé.




En aquella época no existían modelos talla 0, pero como en todas existía la inseguridad de la adolescencia.
Años más tarde, después de haber vendido mi infancia por 1000 viejos pesos, importe al que ascendió la venta del paquete completo (a excepción de algunas reliquias conservadas para mi futura propia hija) de aquel imperio de las Barbies con todos los sets respectivos y en casi perfecto estado. Ya habiéndome despojado de los restos de niñez, me vi delante de la inestabilidad que provocan los terribles cambios hormonales, la inseguridad del sobrepeso en un cuerpo que cambia y el sabotaje que el acné provoca en los difíciles años de adolescencia.
A esa edad se buscan respuestas con gran avidez en cualquier tipo de medios, y aunque entonces el concepto del desorden alimenticio era prácticamente desconocido, se empezaban a contemplar algunos de estos potenciale riesgos como un fuerte disparador de baja autoestima.
Recuerdo perfectamente un artículo titulado "Fat as a State of Mind" (La gordura como un estado mental), no tengo muy claro el nombre de la revista pero sí la caricatura que lo ilustraba, mostrando una chica con un cuerpo espectacular mirándose frente al espejo en donde la imagen estaba distorsionada ante su vista como la de una chica muy obesa.
La nutrición no era un tema muy popular, los conceptos de anorexia o bulimia eran aún desconocidos. Lo fueron para mí hasta que un día en el noticiero un 4 de febrero de 1983, se convirtieron en la causa de muerte de Karen Carpenter.





Me resultaba prácticamente imposible entender de dónde podía provenir la inseguridad de una mujer con tanto éxito, con una voz que no he vuelto a escuchar en nadie más. Con un aspecto atractivo que fue irremediablemente deteriorado por la terrible condición que al final le ocasionó un problema cardíaco fatal.

Una voz irrepetible, un talento difícil de igualar, sin embargo traicionado por una distorsión en el espejo de sus propios ojos.

Es claro que a medida que el problema empezó a estudiarse con mayor profundidad y los modelos de patrones a seguir fueron cambiando, la anorexia y bulimia dentro de las categorías de desórdenes alimenticios se han convertido en una amenaza que ataca a las mujeres por su lado más vulnerable.

Creo que no hay tarea más difícil que la de construir la seguridad interior de un ser humano, y en la mujer ese vano compromiso de belleza ante la sociedad la convierte en una víctima de las tendencias del mercado, de prototipos inverosímiles.
Aceptarnos como somos es un trabajo al que no debemos renunciar ningún día, mirarnos delante del espejo como seres únicos, especiales, talentosos y maravillosos es un compromiso que no podemos dejar en manos de otros que construyen imágenes artificiales para vender un producto imposible de adquirir pero que parecemos estar dispuestos a pagar a cualquier precio.



La belleza de una mujer se percibe en el tamaño de su sonrisa y no en el de su talla, la cual eventualmente irá dejando espléndidas arrugas que pondrán en evidencia con cuánta frecuencia brinda ese don de darse a sí misma a través de ese gesto, que siempre va acompañado de una luz en su rostro, en su mirada, lo cual no se pierde por el paso de los años, ni por el tamaño de su cintura.



8 mar 2009

Fracciones de Instantes

Se define como tiempo pretérito imperfecto a la conjugación hubiera del verbo haber. Es un tiempo inexistente provocado por la absurda idea de nuestra necesidad de cambiar algún evento, alguna situación, algún instante que modificó significativamente nuestra vida. Ese hubiera que repica en nuestra mente, cuestionante e insistente que simplemente no existe. Sin embargo nos empeñamos en encontrar el preciso punto en el tiempo, en el cual alguna omisión, decisión, palabra o suceso que hubiera sido diferente, podría cambiar nuestra realidad. Una fracción de instante que retuviera una palabra, nos desviara de algún camino, cambiara alguna decisión o nos hubiera orillado a atrevernos...
Es tan complicado como la paradoja del tiempo y aún así nos enfrascamos dándole vueltas a un círculo vicioso sin lograr ir adelante, pretendiendo conseguir una respuesta a: ¿qué hubiera pasado si ...?

Un buen ejemplo a citar es cuando en algunas películas , sin importar cuántas veces las haya visto, llega el momento del hubiera , en el que no puedo evitar el deseo de cambiar la escena, completamente absurdo pero así es.

En "Imperio del Sol" cuando el pequeño Christian Bale me robó el corazón por primera vez, la escena en que corriendo en medio de la multitud se suelta de la mano de su madre para regresar a recoger el pequeño avioncito que cae de sus manos, provocando así el inicio de un cautiverio insoportable incluso para algunos adultos en medio de la segunda guerra mundial, una experiencia solitaria y prácticamente inimaginable para un niño en tales circunstancias.





En "Pide al tiempo que vuelva" (Somewhere in Time), el nefasto momento en que Christopher Reeve, Richard, delante de su amada dama Elise, Jane Seymour, descubre en su bolsillo el único objeto capaz de hacerle regresar al presente instantáneamente en el tiempo, alejándole así de su gran amor.




Ya al final de "Como agua para chocolate" cuando Pedro no puede con tanto amor y después de un al fin perfecto momento de pasión esperado por toda una vida muere ante los ojos de Tita su eterna amante.






O cuando Oscar Schindler -interpretado por Liam Neeson, y cuya actuación le valió una nominación al Oscar en 1994- se da cuenta que las pertenencias con las que aún cuenta podrían haber salvado más vidas.




Cada uno de estos hubieras cinematográficos implican pérdidas, dolor,invariables consecuencias,resistencia, iguales a los hubieras enfrentados en nuestra película personal.

Sin embargo ningún trabajo de edición es capaz de cambiarlos.

Hay conjugaciones inútiles para fines prácticos y reales, el hubiera sólo existe en el mundo de la fantasía en donde puedo escribir miles de hubieras a mi antojo, construir y reconstruir historias. Un verdadero lujo el de la escritura que me ayuda a desfogar la creación de un tiempo inexistente, pero es allí donde he decidido que el hubiera debe permanecer, porque en el mundo real no quiero volver a preguntarme ¿qué hubiera pasado si...?

La pregunta debe ser de ahora en adelante ¿qué hay por hacer? Y la lista es interminable, también los errores cometidos una y otra vez, pero sin más hubieras, al fin habré de aprender.