Como cinéfila implacable con un claro y orgulloso perfil romántico, no me queda más remedio que culpar a Hollywood de las falsas expectativas de los finales felices.
La vida me ha hecho comprender que los finales felices no existen, muy a pesar de todas aquellas maravillosas producciones que contribuyeron con su granito de arena para convertirme en la irremediable soñadora que soy.
No hay amores eternos, ni incondicionales, la vida es lo suficientemente dura como para disolver cualquier pretensión de este tipo.
Sólo existe la voluntad y la tenacidad, los proyectos en la vida se logran con una estrategia y con una visión clara del futuro, pero más que nada se consiguen a través de la persistencia. Esa voluntad que se alimenta de una actitud positiva y franca ante las oportunidades de la vida, Hollywood nos inspira con historias de suerte excepcional o hasta accidental y es cierto que el ser humano necesita alimentar su fe con ese tipo de material.
De mis favoritas:
Sin embargo, me parece que el remedio más eficaz es el trabajo de la mente y el cuerpo que se esfuerzan por dirigirse a la meta deseada.
No, la suerte no cae del cielo, ni se renuncia a todo por el ser amado, no se puede comprometer todo por un futuro incierto, y entonces lo que nos queda es un montón de piezas revueltas de momentos y recuerdos que no sabemos cómo armar y no podemos desechar.
Es el tiempo el que dicen que cura todo, pero a veces con toda su incertidumbre pesa más de lo que uno pudiera imaginar.
Entonces no se trata sólo de finales felices, sino de comienzos a cada momento, a cada instante, a cada sueño, el final siempre será incierto pero el empeño de conseguirlos es el encanto que nos inspira y nos inyecta vida, la gana de buscarlos es lo que nos mantiene vivos.
No se puede renunciar a la expectativa de un final feliz aunque tal vez sean casi imposibles, pero ante todo ese casi, esa mínima posibilidad de que exista la ilusión que me grabaron en el corazón cientos de películas con finales felices, es lo que hace que los escenarios, guiones y personajes que creamos y conocemos en nuestra vida cotidiana valgan la pena.
La película que interpretamos a diario no tiene finales felices, sino momentos felices, no son tan duraderos pero hay que saborearlos para que alimenten el espíritu hasta que venga otro de ellos a nuestro encuentro.
Tal vez lo que mantiene al corazón latiendo es la espera de ese final feliz, mientras tanto los sueños se sostienen con la visión de mi futuro.