10 ago 2008

Tequis, Bernal y de vuelta

Debo ofrecer una disculpa por no haber escrito aquí antes, muchas ocupaciones nos distraen todos los días, y a veces nos impiden hacer las cosas que realmente queremos hacer.

La verdad es que administrar la vida que uno vive es a veces complicado y nos quita toda la energía. Ahogamos nuestras horas hábiles corriendo de un banco a otro donde el sistema no se haya caído, o cuyas puertas estén abiertas aún, de prisa para librar 5 minutos que nos costarán una hora extra de estacionamiento o nos permitirán alcanzar las prendas de la tintorería, haciendo una y otra llamada telefónica, conciliando el tiempo que permanecemos en espera, mientras escogemos la décima elección de la opción siete,contra las manecillas del reloj que implacables nos recuerdan nuestra lista de pendientes.

Y cuando el estómago rechina ya en tono de reclamo, recordamos que se nos pasó la hora de la comida, teniendo todavía asuntos que atender. Un breve descanso para comer y a seguirle otra vez a las carreras, invirtiendo el pensamiento en el orden de prioridades para no dejar ningún impostergable por resolver durante los últimos minutos hábiles.
Que no se nos olvide revisar el calendario, porque puede ser el último día para presentar el pago de impuestos, el recibo de luz, o algún otro estado de cuenta con fecha límite.
En medio de este caos el desafío es ser creativo para continuar haciendo lo que sí quiero hacer, escribir.


Estas últimas semanas me han tenido entre organización de eventos, generación de ideas y trabajo arduo, muy ocupada. Para darme un tiempo a la escritura, fue necesario escaparme unos días a Tequisquiapan, encantador pueblo muy cercano de la ciudad de Mèxico, mejor conocido como Tequis o más fácil Tx para los cuates.

Conviví con Erika una muy querida y ya de muchos años conocida amiga,conocí también un nuevo grupo de amigos increíblemente divertido, pero sobre todo finalmente escribí.
Con el canto de grillos mezclándose entre la música que me gusta escuchar mientras desgasto el teclado de mi laptop, escribí por horas y hasta la madrugada.
Qué bien se la pasa uno allí, el tiempo no me pareció que caminara ni más rápido ni más lento, simplemente se disfruta del todo.

Una mañana bien temprano me fui directo al pueblo de Bernal, allí las prisas no se perciben, no obstante que hay muchas cosas por hacer. A esa hora del día, en plan de turista, me fascina contemplar el comienzo de las actividades de los lugareños, me robo un poco de su rutina observándolos, los veo charlar y saludarse con el vecino, dirigirse a sus puestos de trabajo. La peña de Bernal que caracteriza este diminuto y pintoresco pueblo se ve a lo lejos entre la bruma, una formación rocosa de una sola pieza de aproximadamente 350 metros de altura, que es famosa por sus propiedades "energéticas", dentro de los relatos de un México mágico.
El fresco de la mañana me anima a pensar cuántas cosas hay por disfrutar en el día, percibo el aroma a jabón y a perfume que muchos recién bañados despiden, disparándose en todas direcciones cuando el aire acaricia su cabello húmedo. Ya huele a café de olla en el local donde he escogido desayunar, combinación de canela y café en el ambiente, con piloncillo para agregar dulzor. La marchanta tortea las gorditas de masa azul y al depositarlas con cuidado sobre el comal bien caliente se escucha el siseo del aceite recibiendo al maíz para que después de un par de minutos logre con el cocimiento, ahuecarse para brindarle un espacio al relleno, que se nutre de una gran variedad de opciones por ser el plato típico del sitio, chicharrón prensado o guisado, papa con chorizo, hongos, torta de camarón con moronitas, rajas con queso, y otros que no me acuerdo, se me vuelve a hacer agua la boca.
Disfruté de caminatas en soledad y pláticas espléndidas, me alimenté de ideas y logré mi propósito, retomar la escritura de mi segunda novela.

Al regresar volví a ser víctima del trabajo y atención de múltiples pendientes que se requerían entre otras cosas, para mi presentación en el Sótano, la cual contra una de las peores tardes lluviosas de los últimos días, logró reunir a gente con la curiosidad de escuchar nuestras palabras e interesarse por mi Café Toscana.
Todo el trabajo y cansancio me llevaron a otro fin de semana solitario, dolor de garganta, pocos deseos o ninguno de salir, pero nuevamente la gana de escribir, y a Dios gracias las ideas, la fantasía y sensibilidad a flor de piel.
El día se ve hermoso y todavía se siente el fresco, a través de mi ventana puedo ver algunas nubes con formas poco definidas, el cielo está muy despejado, no hay ruidos afuera, eso me gusta del lugar en donde vivo, me preparé un café de olla con una nueva receta adquirida, pues sí me he instalado en mi propio Tx en casa, ¿qué lujo no? A seguir escribiendo…

4 comentarios:

Exenio dijo...

mmm... y yo, y yo... y yo qué?

Susana S dijo...

mmm ... pues tú, y tú ... dime tú ;-)

Mafalda dijo...

.....
Hola chicuela.

Me alegra leer a una escritora que se sienta a escribir, ese es tu oficio...de eso se trata, y si te quieres dedicar a eso, pues a darle que es mole de ola... jajaja.
Con ese paisaje de por medio, me imagino todo lo relajada que te encuentras.
Te envío un saludo.
No pude llegar ese jueves al Sótano. Termine tarde, y la tromba me cerró el paso. Pero me acordé de ti.

Te mando un abrazo.

Mafalda

Susana S dijo...

Hola Mafa linda:
Pues así es, soy una escritora que escribe acerca de cuando escribe :)
Ya sabes que la descripción del ambiente y lo que me provoca es algo que disfruto mucho, siempre intento transmitir algún tipo de sentimiento o sensación, o qué no se te antojaron las gorditas? a que siiiiiiiií!!!

Espero vernos pronto, saludos a Ale y Mara.

con cariño Susana